lunes, 16 de junio de 2008

De las demandas populares a un programa popular, hecho por nosotros mismos, hombre y mujeres comunes.

Por el sacrificio de nuestros padres, por el futuro de nuestros hijos

Nos comprometemos a luchar por la unidad del pueblo

Nuestros padres nos educaron en la escuela del trabajo y la dignidad. Nos han transmitido una lección fundamental: si el pueblo se une, puede sobrellevar sus penurias, puede lograr grandes victorias. Sin embargo, los dueños del país pretenden hacernos creer que vamos bien, que no hay problemas. Los políticos nos engañan y buscan manipularnos impunemente, mientras se burlan de nuestra situación. Con sus abusos pretenden que nos humillemos, que perdamos nuestra dignidad.
Hay que escoger: o agachamos la cabeza y seguimos una vida de carencias, o nos decidimos por el camino que han trazado nuestros padres, el de la honestidad, el trabajo y la lucha diaria por un futuro mejor.


Ha comenzado un nuevo siglo comenzado, el siglo XXI… La creación humana, la dolorosa experiencia de la historia y el permanente afán humano por mejorar sus condiciones de vida, todo nos presagia que deberíamos estar a las puertas de un tiempo mejor. A las puertas de una época en que nuevas tecnologías debieran ayudar al hombre a reducir los esfuerzos penosos y elevar el trabajo humano. A las puertas de un tiempo en que la economía debiera servir a las necesidades del hombre y eliminar el hambre y las carencias materiales de toda la humanidad. Al inicio de una era en que las guerras y los conflictos se conviertan ya en parte de una oscura herencia. En la fundación de un tiempo en que los hombres sean valorados por su dignidad y su trabajo y sean libres para determinar su destino.
¿Estas promesas y esperanzas se han cumplido? La realidad nos dice que no.

  • El mundo produce lo suficiente para alimentar holgadamente a toda la población mundial y cada día se destruyen leche, cereales y otros productos, para mantener altos los precios del mercado.
  • La economía crece para admiración de políticos y empresarios y los sueldos se mantienen igual.
  • Grandes consorcios aumentan sus inversiones y los cesantes seguimos con la angustia de tener qué dar de comer a nuestros hijos.
  • Proclaman la educación como la herramienta del futuro y decenas de miles estudiantes la viven como gigantesco negocio, para otros.
  • Se construyen modernas carreteras y en nuestras poblaciones abunda el polvo y el olvido.
  • Se vanaglorian de su democracia y crear un sindicato es motivo de persecuciones y despidos.


Nuestros gobernantes nos aseguran que pronto lograremos el desarrollo y el bienestar. Sólo, agregan, hay que saber tomar “la oportunidad histórica”. Y hay que esperar, dicen.
Pero no es suficiente la construcción de grandes autopistas en manos de empresas extranjeras, de monumentales aeropuertos para visitantes pudientes e imponentes malls, que venden, en cuotas, la ilusión de vivir bien. No nos bastan sus reformas educacionales, judiciales y sus planes de salud renovados.
No nos sirve una economía que crece, pero la riqueza se concentra en unas pocas manos. No nos sirven los recursos naturales de Argentina que sean de beneficio exclusivo de consorcios extranjeros. No nos sirve crear bienes y productos y que nos escamoteen lo mínimo para subsistir.
No nos sirve. Y no queremos esperar más.

¿Por qué insistimos en que nuestros hijos deberán vivir en un mundo mejor? Porque nada de lo que deberíamos tener, lo tenemos. Porque nada de lo que deberíamos ser, lo somos.

Hemos trabajado y luchado para vivir en un mundo infinitamente avanzado, pero solo algunos tienen ese privilegio.

No, no podemos seguir así.

Tenemos dos opciones.

O confiamos nuestro futuro y el de nuestros hijos en manos de quienes hoy gozan de privilegios y granjerías. Podemos dejar nuestros asuntos en manos de quienes no ven al hombre, sino sólo al consumidor al que engañar. Que no ven al productor, sino que sólo se fijan en el signo del dinero que les reportará su trabajo. Podemos abandonarlo todo al arbitrio de los políticos. Podemos seguir soportando su prepotencia y su ignorancia, sus “arreglines” mediocres, sus coimas miserables y sus robos monumentales.

Pero está la otra opción.

Podemos comenzar a decidir nuestro propio destino, según nuestros intereses y nuestros valores. Serenamente declaramos que nuestras metas y nuestros valores son superiores, son mejores. Depende de nosotros. De nuestra capacidad de organizarnos y unirnos en un propósito común.


Es la hora de actuar
Ha llegado el momento de hacer sentir nuestra voz. La hora de crear un programa que represente las auténticas demandas populares. Un programa hecho por nosotros mismos, hombres y mujeres comunes, sin la intervención de cúpulas políticas. Un programa que represente la unidad de todos. Un programa que se cumpla; que se haga realidad mediante nuestra lucha y esfuerzo.

Nuestras demandas son simples. Queremos vivir de acuerdo a nuestro trabajo y nuestra dignidad. Argentina cuenta hoy con las posibilidades para proporcionar a todos sus habitantes la satisfacción de sus necesidades. Sin embargo, somos sometidos constantemente a carencias, abusos e imposiciones. Nuestras demandas son simples. Exigimos el derecho al trabajo para todos, a un trabajo que asegure las condiciones para vivir honradamente y no sólo para subsistir. Exigimos que la educación y la salud sean igualitarias y no un negocio. Exigimos viviendas que sean casas dignas, para la vida familiar y el descanso, y no espacios hacinados.
Exigimos una justicia que vaya a las causas de los problemas sociales, de la delincuencia, de los abusos y la corrupción, y no un sistema que favorece a los que tienen dinero y “acceso”. Exigimos un ordenamiento político y económico del país que esté subordinado a los intereses y las decisiones del pueblo y no un sistema que beneficia a empresarios y politiqueros. Exigimos la creación de un poder del pueblo, por el pueblo y para el pueblo. Exigimos justicia.

Para dar cumplimiento al programa popular debemos unirnos. Es necesario organizarnos en un gran movimiento del pueblo que levante firmemente las banderas de la unidad, de la solidaridad, y de la independencia frente a las interferencias políticas y económicas del poder. Hoy hace falta formar círculos por la unidad del pueblo –grupos, pequeños o grandes- que difundan este programa, promuevan la unidad y la organización del pueblo e impulsen la lucha por sus justas demandas.

Hacia un programa del pueblo
De lo más hondo de nuestras necesidades, surgen una serie de demandas que representan todo lo que exigimos para vivir de una manera digna. Nuestras demandas son por una mejor salud, educación, justicia, por trabajo y viviendas dignas, por la unidad y el derecho del pueblo de decidir su destino.
Lo fundamental es que estas demandas sean cumplidas. No algunas, sino todas. ¡Eso es un programa!, un programa de lucha. Si los gobernantes y los representantes del poder son incapaces de satisfacer estas exigencias, deben hacerse a un lado y dejar que sea el pueblo el que busque las formas más idóneas de hacerlo.

Trabajo
Hoy, el trabajo constituye la única manera de cubrir nuestras necesidades elementales. A cambio de la aplicación nuestro esfuerzo físico y mental obtenemos una retribución en dinero. Nada es posible en esta sociedad sin dinero. Alimentos, salud, educación, esparcimiento… todo está expresado en dinero. En cambio, somos separados de los productos de nuestro trabajo, de los bienes que creamos, de los edificios que construimos, del mineral que extraemos de la tierra, de los servicios que prestamos a otros.
Digámoslo con todas sus letras. En la medida que observamos atentamente nuestra realidad, vemos que el sistema actual está basado en la explotación del trabajo. La retribución que recibimos, sueldos y salarios, no tiene ninguna relación con las ganancias que se embolsan los empresarios gracias a nuestro esfuerzo. Sólo sirve para que continuemos trabajando a su servicio. Pero aún más. Los trabajadores no sólo son explotados por medio de una retribución a todas luces injusta, también somos explotados adicionalmente mediante el desempleo, que muchos sufren, directamente o como una amenaza constante. Somos explotados por los horarios de trabajo prolongados. Por los intereses de las deudas que debemos pagar luego de comprar productos en cuotas, e incluso por los recortes de los sueldos para el sistema de salud y pensiones.

¿Qué hacer? Debemos luchar por el derecho al trabajo. El derecho a trabajar para vivir, y no para subsistir. El derecho de que toda persona que quiera trabajar, pueda hacerlo, eliminando el azote de la desocupación.

Educación
La educación es la forma en que un pueblo puede comprender su realidad y mejorarla. Es lo que le permite tomar decisiones correctas. Sólo un pueblo culto y preparado puede ser auténticamente libre. Sin embargo, la educación hoy es elitista. Está enfocada a pequeños grupos que pueden acceder a una preparación académica de calidad, gracias a que son capaces de desembolsar millonarias sumas de dinero. Muchas otras familias, en tanto, realizan grandes sacrificios económicos para que sus hijos tengan mejores oportunidades educativas y son vilmente estafadas por instituciones que operan exclusivamente por lucro. Los alumnos salen con un cartón que en el mercado laboral no significa nada. En Argentina la educación es simplemente un negocio. Nada más. La gran masa de la población no puede ser parte de ese negocio y ve cómo sus hijos se pierden la posibilidad de aspirar a algo mejor.

Muchos se llenan la boca con la importancia de la educación. Señalan que es una forma de salir del subdesarrollo. Sí, es verdad. Argentina necesita educación. Necesita técnicos, necesita científicos, necesita trabajadores calificados, necesita hombres y mujeres capaces de pensar con su propia cabeza y descubrir soluciones a nuestros problemas y no depender del extranjero. El país necesita personas capacitadas para aportar al desarrollo del país, tanto intelectual como prácticamente. ¿La educación en Argentina apunta a eso? No. Mientras sea concebida como una mercancía que se transa en el mercado, la educación va ser siempre un privilegio.

Debemos luchar por una educación que beneficie al conjunto de la población y le permita aportar al desarrollo social del país. Por una educación que sea gratuita en todos sus niveles y asegure el acceso igualitario de todas las personas.

Salud
La salud comprende el bienestar físico y mental de las personas.
Sin embargo, vivimos la salud más cómo un problema que como un estado positivo. El sistema de salud está diseñado para enfrentar las enfermedades, pero no para prevenirlas y asegurar que las personas estén bien todo el tiempo. Pero aún así, la ayuda que brinda el sistema es limitada y de mala calidad. Nuevamente, sólo los que tienen dinero pueden obtener prestaciones adecuadas. A la vez, este sistema, entrega jugosos dividendos a quienes dominan el “rubro”: laboratorios, cadenas de farmacias, clínicas privadas. Y tampoco faltan los corruptos y aprovechados que roban de los escasos recursos que los gobiernos conceden al sistema público.

Debemos luchar por una salud, cuyo centro esté en el bienestar de la persona, dónde lo fundamental sea la prevención y la calidad técnica y profesional más elevada. Debemos luchar por una salud que no dependa de los recursos económicos y que la atención y el trato a los pacientes sea, para todos, digno y respetuoso.

Vivienda
La vivienda es el lugar de descanso y de reunión de la familia.
Actualmente, el sueño de la casa propia se parece más a una pesadilla. En nuestros barrios prevalece el hacinamiento y el hogar se asemeja más a una pequeña cárcel que a un lugar apto para desarrollar la vida familiar. En esas condiciones se convierte en fuente de los problemas más graves de la sociedad. La estrechez del espacio obliga a los jóvenes a estar en la calle, tomando contacto con el alcohol, las dogas y la delincuencia. La falta de espacio es una de las causas principales para la violencia al interior de las familias, desavenencias en la pareja e, incluso, la destrucción misma de la familia. Al mismo tiempo, la vivienda representa una pesada carga económica. ¡Tantos sacrificios dedicados a obtener la casa propia, para descubrir después que se deberá seguir cargando la cruz de la deuda habitacional! Bancos y empresarios se frotan las manos, pues aunque las casas hayan sido pagadas varias veces, seguirán obteniendo jugosas ganancias a costa nuestra. Los que arriendan, en tanto, deben dedicar una parte importante de sus ingresos a simplemente tener un lugar donde vivir.

Debemos luchar por casas dignas y para todos. Debemos rechazar cómo se enriquecen los empresarios con un derecho básico de nuestro pueblo.

Por el poder del pueblo, por el pueblo y para pueblo
El ejercicio del poder político es la actividad realizada por el conjunto del pueblo, en pos de su desarrollo social y espiritual, el establecimiento de la justicia y la búsqueda de su felicidad.

Hoy en día, lo que se conoce como política sólo es la forma en que los empresarios y los políticos mantienen su poder sobre la sociedad. Se trata una minoría ínfima que dice “representar” a la mayoría. Sin embargo, la voz de la mayoría, la voz del pueblo, no es escuchada.

La minoría que hoy usa el poder en nombre del pueblo, lo utiliza en su propio beneficio. Sus leyes, sus decisiones políticas, todos los recursos del Estado, están dirigidos a preservar esta situación. Así, mientras los políticos se dedican a sus peleas pequeñas por cargos, prebendas y coimas, los grandes grupos económicos se dedican a contar sus ganancias. Están dispuestos y preparados para oponer la fuerza si sus privilegios se ven amenazados. ¡Ésta es la “democracia” que tenemos!

Pero el pueblo también tiene fuerza. Su organización y su unidad. Sólo hace falta desarrollarlas, oponiéndose a las permanentes divisiones provocadas por los partidos políticos. Debemos transformar la política en una labor ejercida por el propio pueblo y para su único beneficio. La actividad política debe ser orientada a solucionar los grandes problemas sociales, realizando propuestas, estableciendo programas mínimos y mostrando caminos nuevos para acabar con la división del pueblo, para terminar con los muchos males que lo asolan, como la delincuencia, el narcotráfico, el desempleo, la pobreza, la falta de educación, etc.

Debemos devolver el poder para transformar las condiciones del país a su auténtico dueño, el pueblo unido; el poder debe ser ejercido directamente por éste, y debe estar orientado a servir a las grandes mayorías.


Justicia
Nuestras principales demandas se sintetizan en la defensa de un valor fundamental, la búsqueda de la justicia.
La justicia va unida a otros valores como la libertad, la igualdad, la fraternidad, la responsabilidad.
La verdadera justicia significa siempre ir a la raíz de los problemas que nos aquejan: buscar las causas, no los efectos. Por eso la importancia de la unidad, por eso es que ninguna de estas demandas se puede cumplir por separado. Ser trata de un conjunto que debe ser cumplido íntegramente. Pero también significa que no hay ningún ámbito donde la justicia quede fuera. Debe haber justicia en el trabajo, en la educación, en la salud, en la vivienda. ¿O acaso es justo que un hombre quiera trabajar, y no encuentre un empleo? ¿Es justo que un joven quiera estudiar, y no pueda ingresar a un centro académico? ¿Es justo que falten medicamentos para los enfermos, cuando hay tanto derroche en todas partes? ¿Es justo que los más desvalidos sean los que menos ayuda reciben? ¿Es justo?
Se debe imponer la justicia. Se debe imponer la justicia social. No sólo los individuos aislados, sino el conjunto de la sociedad debe imponer el respeto al derecho a ser medido con una misma vara.

Veamos, por ejemplo, lo que hoy se llama “justicia”. ¿Cuáles son, en este país, los crímenes, y para quiénes son los castigos? La justicia de los tribunales y de los abogados no sólo es ciega, sino que también se hace la tonta, pues crea una apariencia de rectitud. Los que se benefician de ella son los políticos corruptos, los empresarios ladrones y los que tienen cómo cambiarse de nombre, cuando les conviene. La verdadera justicia, en cambio, lo que busca es no sólo castigar al criminal, sino eliminar el crimen. No sólo juzga el daño causado, sino que se hace responsable de que no vuelva a ocurrir.

Debemos luchar por la justicia. La forma de hacerlo es simplemente, ejerciéndola. Debemos eliminar las causas de los problemas que nos aquejan, actuando con responsabilidad, unidos y guiándonos por nuestros valores.

Debemos:

Luchar por la unidad del pueblo.

Trabajar para vivir, no para ser explotados.

Por una educación igualitaria y para todos.

Por una salud integral y preventiva.

Por viviendas dignas.

Por el poder del pueblo, por el pueblo y para pueblo

Por la verdadera justicia, por la justicia social

A formar círculos por la unidad
Hay que actuar. Debemos organizarnos. Juntarnos con los vecinos, con los compañeros de trabajo, con los amigos y familiares, para difundir las demandas del pueblo, para ayudar a resolver los problemas y llevar el mensaje de la unidad a todas partes, a las unidades de vecinos, al sindicato, los centros de alumnos y todas las organizaciones que hemos creado. Sólo si nos unimos, se pueden cumplir nuestras demandas. Algunos dirán que no se saca nada, que no tiene sentido. Pero lo que no tiene sentido es seguir soportando solos las carencias y los abusos. Lo que no tiene sentido es no aplicar la única solución para nuestros problemas, la acción conjunta de todo el pueblo. Para esto deben crearse los círculos por la unidad, la tendencia por la unidad: para fortalecer el compromiso con los intereses populares, para promover la participación de todos, para escoger a dirigentes honestos y jugados y para elegir el camino correcto.

Debemos actuar, organizarnos, unirnos. Por eso, proclamamos como el deber más sagrado de nuestro pueblo, la responsabilidad de construir su unidad. Eso significa dejar de lado las diferencias, sean de la índole que sean – políticas, doctrinarias, religiosas. Ante los grandes objetivos de buscar un país mejor, todas esas discrepancias –legítimas– deben quedar en un respetuoso segundo plano. Muchos hablan de la unidad y sólo persiguen intereses políticos pequeños. Eso debe ser rechazado. Si nos levantamos contra la utilización diaria de la que somos objeto, menos podríamos aceptar la manipulación mañosa de quienes pretenden convertir la organización de los trabajadores y del pueblo en instrumento de sus intereses. Nuestra acción debe enmarcarse estrictamente en la tarea social de mejorar la situación de nuestro pueblo, en defender su dignidad y sus derechos. Los estrechos propósitos político-partidistas, sean electorales o de otra índole, nada tienen que hacer a la hora de unirnos.

Sólo si nos unimos, tenemos esperanzas de alcanzar nuestros objetivos. La unión hace la fuerza. La división sólo que favorece el actual estado de cosas. Por eso la unidad debe ser conquistada una y otra vez, con el empeño de todos. Y debe ser protegida como lo más valioso.

Este gran principio tiene un correlato indispensable que anima nuestra acción, la solidaridad. Quien pretende salvarse solo, se hunde. Quien apoya a sus semejantes, contará a su vez con la colaboración de decenas de miles, de centenares de miles de manos, que acudirán prestos a la ayuda. ¡Cuántas luchas se podrían haber ganado, si se hubiese existido ese apoyo fraterno y solidario! ¡Nunca más solos! Esa es la consigna rectora que debe guiar las movilizaciones por nuestros derechos. Como se decía en “Martín Fierro”:

“Los hermanos sean unidos
porque ésa es la ley primera
tengan unión verdadera
en cualquier tiempo que sea,
porque, si entre ellos pelean,
los devoran los de ajuera.”

Finalmente, hay un tercer principio que está estrechamente ligado a la unidad y la solidaridad; se trata de la necesaria independencia de nuestra acción. Perder la independencia, frente al gobierno, políticos y los grandes empresarios, equivale a hipotecar la casa propia, construida con el esfuerzo de años. Significa renunciar a nuestra libertad y endeudarnos de por vida con intereses ajenos, siempre mezquinos, nunca generosos. Como trabajadores sabemos que en estas materias no puede haber nada en común con quienes se benefician de nuestra miseria.

La experiencia demuestra que todas las veces que el pueblo se ha unido ha logrado sus fines. Hasta las épocas más oscuras de nuestra historia las hemos superado apelando a la unidad del pueblo. Incluso hemos sobrellevado, para admiración del mundo entero, grandes catástrofes inflingidas por la naturaleza, gracias al espíritu solidario de todos. En cambio, las peores derrotas y agravios acontecieron cuando la unión se debilitó.

Tenemos valores que nos distinguen y nos hacen fuertes: la solidaridad, la entereza, el respeto, la responsabilidad, la amistad, la dignidad y la justicia.

Tenemos por qué luchar: por el recuerdo del sacrificio nuestros padres, por nuestros hijos, que merecen algo mejor. Nadie tiene el derecho de arrebatarles ese futuro mejor que anhelamos.

La manera hacerlo es una sola, debemos unirnos y hacer escuchar nuestra voz, de una vez por todas. Sólo nos podemos salvarnos, si aunamos todas las fuerzas en un gran movimiento por el cambio social y nuestras justas aspiraciones. ¿Quién más lo hará, sino no lo hacemos nosotros? Nadie. Somos nosotros los que generamos la riqueza de la nación, somos nosotros los que ponemos el trabajo, el esfuerzo de todos los días.

El trabajo de la unidad
Ya trazado el camino de la dignidad, debemos comenzar a organizarnos. Los familiares, los amigos, los conocidos, los compañeros de trabajo y los vecinos, son las primeras personas a las que podemos recurrir y hablarles, de manera de contar con ellos para iniciar la lucha por nuestras demandas. Decididos a enfrentar los problemas, nos reuniremos en torno a círculos por la unidad. Estos círculos son amplios y su norte debe ser difundir por todos los medios posibles las demandas y el programa. También nos podemos reunir en torno a la tendencia por la unidad, que consiste en varios grupos de una misma área que confluye y se reúnen bajo ideas comunes que los cohesionan, el programa y la unidad del pueblo.

Debemos ser ofensivos. Tenemos la razón; organicémonos y hagamos sentir nuestras demandas, nuestro programa, nuestra voz y la fuerza de la unidad.
Hay que actuar, solo de esta forma se puede producir el cambio. Sólo depende de nuestro trabajo.
Debemos crear maneras nuevas de difundir nuestras ideas, de llegar a todas las personas y de ser portavoces de nuestro pueblo. En todos los sectores de la vida nacional existen demandas particulares que deben ser clarificadas. Aquí se señalan algunas de las más importantes. Los trabajadores, los estudiantes secundarios, de los institutos y los universitarios, los vecinos, los profesionales e intelectuales, los conscriptos y clases y suboficiales de las Fuerzas Armadas y policías, los campesinos, en fin, todos, tienen problemas y demandas propias. Pero a la vez todos tienen una tarea común, la de organizarse, la de elaborar y difundir el programa del pueblo unido en la búsqueda de sus grandes aspiraciones.

La forma de trabajar por la unidad es también común en todas partes. Hay que:

  • Juntarse con los confíen en la unidad y organizarse
  • Formar círculos por la unidad
  • Formar una tendencia por la unidad entre varias organizaciones que comparten la lucha por el programa del pueblo y sus principios
  • Trabajar en las organizaciones que representan las reivindicaciones populares, (sindicatos, espacios vecinales, centros de estudiantes, clubes y asociaciones)
  • Propagar y difundir por todos los medios posibles las ideas del programa
  • Solidarizar con otras personas y organizaciones que luchen por lo mismo


Los trabajadores luchan por:

  • Derecho al trabajo
  • Fin de la desocupación
  • Reforma total a las leyes laborales
  • Derecho a formar sindicatos
  • Respeto a los horarios de trabajo
  • Fin a los despidos arbitrarios
  • Mismo pago por el mismo trabajo
  • Sueldos justos
  • Jubilaciones dignas y solidarias
  • Solidaridad con otras organizaciones populares
  • Por dirigentes honestos y combativos
  • Por la creación de una tendencia sindical por la unidad

Los estudiantes secundarios luchan por:

  • Resistir a las políticas privatistas de la educación
  • Pasaje escolar gratuito
  • Respeto a los jóvenes y fin a la discriminación
  • Derecho a organizarse y participar de las decisiones educativas
  • Participación de la vida social y organizativa de los lugares donde viven
  • Por la creación de círculos de estudiantes por la unidad

Los universitarios y estudiantes de institutos terciarios luchan por:

  • Educación gratuita
  • Pasaje escolar gratuito
  • Derecho a intervenir en políticas educativas
  • Derecho a trabajar y estudiar (bandas horarias)
  • Solidaridad con la lucha del pueblo, participando del trabajo en los barrios
  • Por la creación de círculos de estudiantes por la unidad

Los pobladores luchan por:

  • Acabar con la delincuencia (robos, narcotráfico, etc.)
  • Organizarse vecinalmente por sus demandas
  • Educación digna e igualitaria para los hijos
  • Salud para todos y preventiva
  • Justicia que enfrente los problemas de raíz
  • Viviendas dignas y para todos
  • Derecho a la recreación
  • Derecho al trabajo para todos los mayores de 18 años
  • Derecho y protección de los niños
  • Rechazar a los políticos tradicionales
  • Solidaridad con otras luchas sociales
  • Luchar por el trato digno a los ancianos
  • Derecho a protegerse si son agredidos
  • Ayudar y respetar a los inmigrantes
  • Por organizarse en torno a organizaciones sociales (comisiones vecinales, centros culturales, clubes, asociaciones)
  • Por crear círculos por la unidad en todos los barrios y localidades de Argentina

Los profesionales e intelectuales luchan por:

  • Organizarse por la unidad del pueblo
  • Difusión y promoción de las ideas de la unidad
  • Apoyo y defensa las luchas sociales
  • Por la defensa de la cultura
  • Por crear círculos por la unidad

Los campesinos luchan por:

  • Reforma agraria
  • Precios justos para sus producciones
  • Acceso a tecnología apropiada
  • Respeto de las semillas como patrimonio de la humanidad (no al patentamiento, no a las semillas transgénicas).
  • Uso de fertilizantes naturales
  • Educación que respete las luchas y la realidad de los campesinos
  • Por crear círculos de la unidad

Los conscriptos, clases y suboficiales de las Fuerzas Armadas y de Orden deberían luchar por:

  • Derecho a ser tratados de forma respetuosa
  • Derecho a organizarse y luchar por sus demandas laborales
  • A tener sueldos adecuados
  • Defender el pueblo y no reprimirlo
  • Derecho a no obedecer órdenes injustas o equivocadas de sus superiores

Todo el pueblo unido lucha por:
Unidad
Trabajo
Educación
Salud
Vivienda
El poder del pueblo, por el pueblo y para pueblo

Justicia

No tengamos miedo, conversemos con el amigo, el vecino, el compañero, el familiar, y organicémonos, que nadie calle nuestras voces exigiendo nuestras demandas. Unámonos, no somos pocos. Somos el pueblo y haremos sentir nuestra voz y nuestra fuerza.
Usemos este programa, estas ideas como una herramienta. Difundámoslo de todas las maneras posibles. Conversando, juntándonos, reproduciéndolo, en murales, boletines, en radios, por internet… Las formas son infinitas. Nadie debe quedar sin conocer el programa. Lo más importante es organizarse, en la empresa, en la población, en liceos y centros académicos, en todas partes donde nos encontremos. Organizándonos, podremos crear un gran movimiento del pueblo. Podemos dejar atrás las diferencias pequeñas, las diferencias políticas artificiales. La historia demuestra que, unidos, podemos vencer cualquier adversidad desde una catástrofe natural hasta una dictadura. Tenemos valores que nos distinguen: la solidaridad, la entereza y la justicia. Tenemos por qué luchar:

A pasar de las demandas populares a un programa popular, hecho por nosotros mismos, hombres y mujeres comunes

Por el sacrificio de nuestros padres, por el futuro de nuestros hijos

Nos comprometemos a luchar por la unidad del pueblo